Nada más difícil y placentero que el camino en la vida
cuando se es mamá. Después del primer llanto, de ese llanto urgente que llega tras
el miedo, las ganas y el dolor, todo se trastoca.
Con los hijos se transita otra vez la ruta andada, descubres
de nuevo el susto del mar, la magia de La Noche aquella que nos regalara
Excilia Saldaña y comienzas a sentir en lo más hondo la preocupación de si lo
haré bien, de cómo será mañana.
Dicen que cuando los pequeños nacen, la mujer nunca vuelve
a tener sueño completo, calma total, tiempo a fondo para sí misma; y es que dejas
de ser tuya y te vuelves los pasos que salieron de ti y mientras, el tiempo, implacable,
pasa, se te escucha todavía diciendo «mi
chiquito» porque no puede ser de otro modo.
Es fin de semana marcado por flores, recuerdos, postales,
añoranzas, besos y la madre recibe, orgullosa, cómplice y sonríe. Es, lo sabe, muy
en el fondo, apenas un día más, como
tantos hallados desde aquel primer llanto.
Una fecha en el almanaque para expresar y marcar la
diferencia; sin embargo, para la madre, a
la larga, tiempo innecesario, otra fecha para darse toda y, al final, es tan
simple como ver a los ojos a su retoño una jornada cualquiera y entender, de la
cuajo, cuánto ha valido la pena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario