lunes, 13 de agosto de 2018

El Caballo


Hubo una vez un caballo que no era como los demás. Y no solo porque ni el mismo viento podía alcanzarlo si se lanzaba al galope, ni porque el león en persona le cedía el paso si lo encontraba en la llanura. Ni porque fuese tan blanco como la nube más blanca desde el hocico hasta la cola magnifica. Por ninguna de estas cosas, sino por otras que ya se verán.
 
Cuando arreciaba la sequía, y el hambre y la sed comenzaban a rondar los flancos de la manada, era él quien hallaba el vallecito oculto con el riachuelo y un poco de pasto aún. Y era él quien quedaba de guardia, y el último en correr y beber.

Y cuando el tigre, enloquecido por su largo ayuno, se arrojaba sobre una madre y su potrillo, rezagadas, era él quien acudía como brotando del aire, y erguido en toda su belleza terrible deshacía bajo los cascos al traidor.

Y el agua, y la yerba, y las flores de los campos y, en fin, la vida misma, llegaron a quererlo tanto por lo mucho que él quería a los demás, que una noche se le acercaron en sueños y, acariciándolo, cada uno le regaló su secreto y le dejó en recuerdo una señal.

Donde lo besó el agua quedó una huella azul, y donde la yerba, una verde, y donde la vida, una roja, y así con todos los infinitos matices de las flores del valle y la montaña.

Y cuando se incorporó con el sol, y alertó a la manada, todos supieron que nunca habría un caballo como aquel.

Porque al trotar destellaba como una joya con los reflejos de mil colores diferentes. Sí, destellaba como el mismo sol.


Cuento de Eliseo Diego

sábado, 4 de agosto de 2018

SAN MIGUEL DE ROMPE

Fue grande la emoción de la inolvidable historiadora Hortensia Pichardo Viñals, cuando visitó por primera vez aquel apartadísimo punto de la geografía cubana hace más de 30 años, en ocasión del centenario de la muerte del Mayor General Vicente García González. Y confesaba entonces lo difícil de hablar de la reunión en San Miguel de Rompe del cuatro de agosto de 1868, y no sentir de cerca la sacudida interior que ciertamente provocan sitios prominentes en la historia de la Patria. 
Fue en aquel sitio donde por primera vez se encontraron los jefes de los grupos organizados de Oriente y de Camagüey. Tuvo un importantísimo papel el Comité Revolucionario de Bayamo, que en su cita de agosto de 1867 en la casa de Perucho Figueredo, había acordado recorrer el archipiélago, constituir nuevos comités revolucionarios, y reunirse otra vez al cabo de un año.