domingo, 16 de junio de 2019

Mi viejo, Jorgito, el flautista y yo


Tuve la suerte de compartir con Jorgito una película que disfruté mucho,  hace décadas atrás, con mi padre. Y, para ser sincero,  mi hijo hizo ahora las mismas preguntas que yo le hiciera al viejo en aquel entonces.
Se trata  de El flautista contra los ninjas, un filme paquetero que fue furor en los años 80 y describe un tipo de Robin Hood coreano que lucha por la justicia de los pobres.  
Con mis poco más de diez años, mi padre me llevó una tarde al cine para ver la película  de una de las tantas tandas corridas que se proyectaban. Luces que se apagan, gritos y chiflidos de la muchachada, pantalla gigante que se enciende,  y ninjas corriendo a toda velocidad sobre el agua… para mí era todo un espectáculo.    
          
Con Jorgito, fue diferente. En la comodidad de la casa,  frente al televisor,  una que otra vez haciendo pausa para tomar agua, ir al baño o esclarecer alguna interrogante, al igual que hice yo años atrás, en el medio de una escena. ¿Qué es una concubina? ¿Cómo los ninjas pueden andar bajo tierra? ¿Es verdad que el flautista puede volar como un helicóptero? Sin contar la  exclamación, risa  y demás…. Papi no tuvo la suerte mía. Él contestaba sobre la marcha o me decía: “cuando se acabe la película te la contesto”; y ahí  iba yo,  a recordarle y él a explicarme y sacarme de dudas. 
     
Solo fuimos mi hijo y yo. Disfrutamos cada minuto de esta película de artes marciales como si fuera recién estrenada. Mis ojos brillaron  al verlo feliz y  recordar los ojos  luminosos de mi padre,  llenos de satisfacción después de la función
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Así es la vida, un ciclo. Y hoy, que el viejo ya no está, sucesos tan sencillos como ver una película  me lo devuelven desde el cariño, puedo sentirlo más cerca. Y, sobre todo, me hacen estar inmensamente orgulloso del hombre que fue. Ojalá, cuando el tiempo pase y transcurra otra ciclo, mi niño  sienta lo mismo.