Fidel pisó mi tierra y
todavía, de alguna manera, late en sus esquinas y en el revoltijo feliz de sus
amaneceres.
A veces, como al descuido,
se piensa un poco en él. En sus discursos larguísimos que volvían siempre al
punto de partida sin dejar un solo cabo suelto o en aquella manía tan suya de
preguntarlo todo, hasta el detalle.
Hoy, especialmente, lo
siento en Martí, en el ardor de sus
Versos Sencillos:
Duermo
en mi cama de roca
Mi
sueño dulce y profundo:
Roza
una abeja mi boca
Y
crece en mi cuerpo el mundo.
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