martes, 25 de abril de 2017

Evocación



Confieso que me aburren un poco las personas que cargan con la facilidad humana de recordarlo «todo»; y cuando digo «todo» no me refiero a esos seres iluminados, capaces de aprehender de la nube al cielo y compartirlo, analizarlo, ponerle de sí: claro que no.

Cuando digo «todo» cuento a los atiborrados de fechas simples, colores comunes, días de lluvia y cálculos tan básicos que reducen a lo elemental el desafío de sus propias vidas y hasta el entorno.

Me jacto de no ser necesariamente así; sin embargo, esta fecha, la del 25 de abril, la conservo en mi memoria personal porque se resiste a ser olvidada, llega a mi cabeza de momento y me digo siempre: ¡qué bobería, con tanta cosa valiosa para tener presente y yo con esto! Día inolvidable.

Sé que puede parecer trivial, tal vez lo sea,  pero hace hoy unos años, no diré cuántos, hice el examen de matemáticas que me daría entrada al IPVCE de Las Tunas. Recuerdo el manojo de nervios, la algarabía de todos, el susto cuando abrí la hoja aquella y la emoción porque sí, podía salir victoriosa.

Lo sé, esto es sumamente intrascendente y más para traer hasta este sitio y compartirlo; sin embargo, me arriesgo porque quisiera dejarles la esencia: fue mi primera vez en una  prueba que escapaba al rigor curricular establecido para aprobar semestre, pasar de año y todo lo demás.

Era yo, sola, solita, tras mucho tiempo de estudio y desvelos porque quería llegar y pocas  cosas generan más placer que el éxito tras el esfuerzo; por eso tal vez recuerdo la fecha como el primer gran punto de giro en mi propia existencia, la vez en que tuve conciencia de que dependía de mí hacer camino y andar.

1 comentario:

  1. Bueno, pues para mí, la peor y mejor prueba de mi vida fue la de Matemáticas para entrar a la universidad. Estudié tanto, que pensé que me moría (¿qué tendrán los periodistas y las Mateméticas?)tanto, que salí mejor que quienes me repasaron, lo cual no significa que me volví genio, noooo, jajaj es que quien no sabe mucho de algo, no se complica, no sopesa opciones, sólo necesita salir airosa. Por eso, aunque la prueba tenía un error, y muchos se exprimían el cerebro, y hasta lloraban, yo hacía lo que el profe Frank me había dicho: "no dejes nada en blanco". Fina y divina, inventé un dato (el que nadie nunca encontró), la terminé todo, y salí de allí, sin hablar con nadie, pensando en la merienda que me merecía y feliz, muy feliz: segura de nunca más tener que hacer pruebas de Matemáticas. No recuerdo el día, porque sabes soy pésima con las fechas, pero em quedó clarito que si yo había logrado salir bien en el examen, los milagros ocurren, y la gente logra cosas insospechadas. Jjaja que bien se siente meterse en tu blog, a escondidas ;)

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