Cuba y Argentina recuerdan este martes 14 de junio el natalicio del comandante Ernesto Che Guevara, quien fue asesinado el nueve de octubre de 1967, cuando peleaba en tierra boliviana.
Héroe de muchas batallas, su impronta de guerrillero iluminó el
corazón de los pueblos de Latinoamérica y el mundo; pero, sus cualidades
trascendieron los escenarios de la sierra y las selvas donde combatió
para fijar su imagen de ídolo de las multitudes.
Y es que el Che era un hombre integral. En él convergían los valores y
actitudes de lo mejor de su generación, además de adelantarse a su
tiempo con ideas revolucionarias en diferentes materias.
Hoy podemos evocarlo como un dirigente disciplinado, un intelectual
crítico tanto en temas políticos como económicos. En su personalidad se
encontraban las características de un hombre de acción, pero también de
ideas, de pensamiento profundo.
Al referirse al Che, el máximo líder de la Revolución cubana Fidel Castro expresó:
«Para Che, que era impulsivo, muy valiente, muy audaz y a veces temerario, tuve siempre consideraciones especiales.
Se convirtió en uno de los más singulares ejemplos de combatiente y de revolucionario.
Che se convirtió en un gran símbolo para el mundo entero, del hombre
ejemplar, revolucionario, heroico. Se convirtió, yo diría, en uno de los
más singulares ejemplos de combatiente y de revolucionario del Tercer
Mundo, e incluso del mundo industrializado».
Y no era injustificada esa idea y esa imagen que se hiciera del Che.
Esta confianza de Fidel la ganó el Che con sus acciones y su
pensamiento puestos en función de construir un futuro mejor para Cuba y
el mundo, donde no existiera más la explotación de los trabajadores, la
miseria ni el hambre.
Sus ideas están recogidas en libros y documentos que legó a los
jóvenes para que continúen su obra, a los dirigentes administrativos y
políticos para que no equivoquen el camino del socialismo, a los
estudiosos de la economía, la ética y el marxismo.
Inspirados en su ejemplo, los trabajadores quieren ser mejores en su
labor, los médicos internacionalistas marchan a tierras lejanas a
cumplir su misión humanitaria y los revolucionarios de todo el mundo
protestan contra la maldad y el crimen, luchan por conseguir
reivindicaciones sociales o la independencia de su patria.
Y es que el Che, como dijo Fidel, «se ha convertido en un modelo de
hombre no solo para nuestro pueblo, sino para cualquier pueblo de
América Latina. Che llevó a su más alta expresión el estoicismo
revolucionario, el espíritu de sacrificio revolucionario, la
combatividad del revolucionario, el espíritu de trabajo del
revolucionario, y Che llevó las ideas del marxismo-leninismo a su
expresión más fresca, más pura, más revolucionaria».
El Che internacionalista, dejó una profunda huella no solo en Cuba;
otros países como El Congo o la propia Bolivia le agradecen su espíritu
solidario.
En cualquier rincón del planeta un revolucionario, un hombre de bien,
entona una canción que cuenta sus hazañas; en otro lejano país, una
humilde casa apenas sin adornos, tiene una imagen del bravo guerrillero
en la pared más visible.
Los latinoamericanos honran su memoria en cada aniversario y no
olvidan enseñar a sus hijos el amor y respeto que le deben a quien
consideran un adalid, valiente, heroico, puro casi «un santo por sus
virtudes, y un mártir por su desinterés y heroísmo».
En La Higuera, una aldea perdida en la geografía de Bolivia, los
campesinos, en una especie de culto profano a la imagen del guerrillero,
le ruegan por milagros como a un santo, le ofrecen flores y le
encienden velas.
Ernesto Che Guevara anda por los caminos que trazaron los héroes de la antigüedad, los mismos que transitaron José Martí y Antonio Maceo, Fidel y Raúl, anda con su fusil al hombro guiando a ese ejército de revolucionarios de todo el mundo en pos de la justicia.
Y su voz destaca en cada grito de guerra y en la frase que es de todos:
¡Hasta la victoria siempre!
Tomado de tiempo21
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