Mi hijo “se tatuó” una Bandera Cubana en medio de los
festejos del carnaval infantil de Las Tunas. Y conste, no me pareció nada
chistoso ver a la enseña nacional presta a esos menesteres, rodeada de Ben 10,
el escudo del Barcelona, la figura de Mickey Mouse y cuánta cosa rara se exhibe
en esos cartelones enormes que pululan en medio de los festejos.
Sí me dio un poco de risa, lo confieso, la cara de
desconcierto del dueño de aquel negocio, un santiaguero corpulento que buscaba
y buscaba el molde para concretar el dibujo en el brazo de mi chiquito y nada
que aparecía: “es que casi nadie- me dijo- se pinta la Bandera Cubana, la gente
aquí viene buscando otra cosa”.
Los pocos años de mi hijo no entendían aquello y mientras
esperaba, paciente, yo insistía: “¿de verdad tiene que ser la Bandera Cubana?,
¿no podemos pintar otra cosa?
Lo logró. Salimos de aquel lugar, entre empujones y
saltos llegamos a la avenida, también repleta de gente y entonces, solo entonces,
me dijo: “tenía que ser la Bandera Cubana, estaba
allí y es la más linda del mundo”.
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