Raúl Roa lo definió como pocos al decir: «Fidel siente la
hierba crecer y ve lo que está pasando al doblar de la esquina».
Pocos, poquísimos, se atrevían entonces a pensar que moriría pasados los noventa cumpleaños este visionario de la vida:
más de 200 intentos de asesinato hacen suponer ahora que aquel
«chaleco
moral» del que una vez hablara en broma iba muy en serio,
tanto como la buena estrella que le trajo al mundo, le alumbra el
camino, le guía los pasos.
Porque, muy a pesar de los pesares, ahí está Fidel. Aseguran
que tímido en el trato directo; cordial, terco como son los
justos y de mirada directa e inteligente.
Hace hoy 90 años los haitianos de Birán bañaron a aquel
barón recién nacido de llanto fuerte y diez libras de peso con hojas de
yagruma y de verbena para los buenos augurios, tuvieron razón.
Ahí está el Caguairán de Cuba, un hombre Mayor al que usted
puede amar, detestar, respetar y hasta temer; pero definitivamente
al que no puede obviar, porque ha cambiado el rumbo de un país, ha
escrito su Historia y está en lo más raigal de su destino.
Tiene un nombre viril como los montes que hoy se repite
alto, muy alto, para que nadie lo dude: Fidel Alejandro Castro Ruz.
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