jueves, 6 de octubre de 2016

Se va Zabala, a golpe de Comparsa



Justo  a la hora en que el imaginario popular cubano asegura que “mataron a Lola”, a las tres de la tarde, el cementerio Vicente García, de esta ciudad, acogerá el descanso eterno de los restos mortales de un apasionado.

Carpintero de profesión, figura alta y delgada,  bailador de carnaval, bullanguero como pocos, de ojos vivísimos y mirada intensa, de esas que se te cuelan hasta adentro como si te abrieran el alma: así era Edilberto Agüero.


Me parece estarlo mirando ahora mismo, sentado en la acera de su casa, con su vasito de ron al lado y un ramito de albahaca en la oreja, saludando a todo el que pasaba por allí con la risa sabichosa del que podía hacer el cuento, cuatro infartos después del primero.

Puso a bailar a esta ciudad de una punta  a la otra, nadie puede dudar eso; disciplinado y terco dirigió, hasta que la existencia le dio fuerzas, a la comparsa más popular de Las Tunas y la deja, fértil y atinada como legado para sus hijos, sus nietos, sus vecinos, sus concuños, sus parientes más lejanos y cuánto tunero dispuesto a la herencia usted encuentre en el camino.

Domaba el brío  del carnaval de Las Tunas con el embrujo de su capa, las ocurrencias ante el jurado, la improvisación de los muchachos, que se le fueron haciendo músicos en el camino y crecieron entre tumbadoras, bongoes y junto a tanta gente que coreaba y coreaba al compás de Zabala, su nombre de guerra.

Lo van a despedir en este día lluvioso, en medio del eco de un huracán colosal como su vida y me dicen que lo harán tocando, cantando, bailando, coreando el ritmo que más le gustaba de todos, La Chambelona.

Quién sabe,  a lo mejor lloren después, en la casa, pero el adiós al Viejo se hará a su modo, como él quería, a golpe de comparsa.


 El pueblo tunero le da el último adiós a Zabala a ritmo de su Comparza.

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